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Mostrando entradas de julio, 2016
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Q ue no me sangren las heridas desde hace tres lustros no se puede considerar buena señal.  Que todo lo que no sangra o está muerto, o no está vivo, no sé qué es peor. Que no quiera salir de mi escondrijo, porque aquí hay calma, oscuridad y no hay castigo como el que me dan tus pasos cada vez que caminas: no sé si hacia atrás o alejándose de mi, pero duelen.  Duele más no tenerle miedo a las rosas porque peores espinas son tus mentiras,  y mírame, amor,  ardo en ellas. Que no sé estirar los brazos para alcanzarte, que me miro a mí misma desde lejos y te veo a ti aún más cerca y no sé cómo lo haces pero te fuiste y te estás quedando, te quedaste y te estabas marchando, y yo no sé cómo un corazón puede estar en dos sitios a la vez y un cuerpo sólo en uno pero mírate, clavándole banderas y conquistando nuevos frentes y yo aquí, sentada a la orilla de un horizonte en el que el sol ya está cayendo, y me pone tristísima esto de que no me sangren las