La ilusión con la que te recibí,
cosechada como si mi vida hubiera sido un eterno 6 de enero,
dándote la espalda mientras te hacía un café que resultó estar más caliente que tu deseo.
Y estábamos ambos sentados en una mesa que parecía demasiado grande para nuestros cuerpos
y en ella mis manos batallaban para no atravesarla y dar con el hielo que eran las tuyas.

Qué inocente son los sentimientos, mucho más de lo que lo son las personas en sí mismas
yo que pensaba que se abriría mi boca para gemir, y se abrió la tuya para despedir,
yo que pensaba que te ibas a correr
y lo único que se corrió esa noche fueron mis ojos.

Comentarios

  1. Qué tristes son las despedidas, y más cuando pones tanto sentimiento en esa persona que decide irse, desaparecer. Un beso muy grande.

    ResponderEliminar
  2. Intenso y perfecto. Todo a la vez

    http://versameentuboca.blogspot.co.uk/

    Por si te apetece ;)

    ResponderEliminar
  3. Cuanta pasión derrocha lo que escribiste... y que pena que se haya esfumado.

    Me gusta como escribes, nos leemos.

    ResponderEliminar
  4. Las despedidas son tristes, pero más triste aún es esperar un reencuentro que no se producirá. (como en mi caso).
    Un besazo <3

    ResponderEliminar
  5. ¡Cuánta pasión! Y sin embargo, me ha dejado rota. El final, tan doloroso, es desgarrador. Cuando no te lo esperas, cuando estás agarrándote a alguien con todas tus fuerzas y de repente, no hay nada más que contar.
    ¿Por qué existen las despedidas? ¿Por qué?
    Me ha encantado :)
    Un besito.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog